Griselda Blanco: la historia de la cartagenera que inspiró a Pablo Escobar (2024)

Ana Griselda Blanco Restrepo era su nombre completo. Nacida en Cartagena (1943), obligada a irse a Medellín y radicada en Estados Unidos. La mujer que entrenó en el negocio de las drogas a Pablo Escobar creció en una atmósfera de pobreza evidente; sobre su cabeza, un techo de lata y bajo sus pies, el agua desbordada cada vez que caía un aguacero sobre la capital de Bolívar.

Con la premonición de un futuro mejor, viajó con su familia a Medellín y tan pronto como se había instalado y habiendo hecho un par de amistades, le llegó la primera prueba para entrar en el mundo del cual nunca salió. Con 11 años, bajó las lomas del barrio en el que vivía y junto a un grupo de niños tomaron por la fuerza a un pequeño de 10 años, lo secuestraron y se lo llevaron hasta un barrio pobre de calles empinadas y pidieron a su familia adinerada una recompensa económica por su liberación.

Pese a la presión, la familia no supo reaccionar a tiempo y a la niña Griselda no le tembló la mano para apretar el gatillo y accionar el arma, apuntándole entre ceja y ceja, según la orden que le dieron sus secuaces, igual de chiquitos que ella y con la misma adrenalina hirviéndoles la sangre. Pasada la prueba, con un homicidio en la espalda apenas iniciando la vida, la niña descubrió frente a sus ojos un mundo lleno de violencia en el que se camufló muy bien; a los trece años ya conocía las mañas para robar y zigzagueaba entre el gentío apropiándose de billeteras; más entrada en la adolescencia se prostituía en las comunas de Medellín, reuniendo así un dinero con el que costear sus gastos. Lea aquí: La cruel historia de la narco cartagenera que interpretará Sofía Vergara

Habiéndose adentrado en el mundo del placer masculino, conoció a Carlos Trujillo, un falsificador de documentos visados al que recurrían cientos de inmigrantes irregulares y con él se casó y tuvo tres hijos. Junto a él tuvo una relación tan profesional como amorosa porque fue la puerta para ingresar cocaína a Estados Unidos, sin embargo, el hombre murió a causa de una hepatitis, pero esto no le impidió a Blanco continuar con el negocio. A raíz de la muerte de su esposo, se acercó a Alberto Bravo, un narcotraficante colombiano con el que construiría una inmensa fortuna y quien se convirtió en su segundo marido.

Un hallazgo revelador

Griselda Blanco servía de “mula” y camuflaba la droga entre sus prendas pasando desapercibida ante las autoridades. Esto la llevó a descubrir que las mujeres no despertaban mayores sospechas entre los agentes, aún más si usaban sus atributos físicos para seducir a los funcionarios en los aeropuertos. Fue así como se le ocurrió transportar cocaína en la ropa interior de jovencitas y montó un negocio de lencería como fachada del verdadero negocio que conectó a Nueva York con los narcóticos.

A la edad de 11 años, a la niña Griselda no le tembló la mano para apretar el gatillo y accionar el arma, apuntándole entre ceja y ceja a otro niño de su edad, el primero de los más de 250 homicidios que se le relacionan.

En la década de los 70, la mujer contaba con una lista exquisita de clientes en las que figuraban estrellas de cine y del entretenimiento gringo, ingresando un flujo de millones de dólares al mes. Esto no pasó desapercibido para las autoridades estadounidenses quienes incluyeron a Griselda en la lista de los más buscados, siendo el centro de la “Operación Banshee”, una investigación del Departamento de Policía de Nueva York y la Administración de Control de Drogas (DEA). Le abrieron cargos por drogas en 1975, su caso era el más grande de todo el mundo. Lea aquí: ¿Por qué Netflix contará la historia de la ‘reina de la cocaína’?

Según lo reseñado por El Tiempo, apenas la mujer supo de la acusación, se esfumó y durante diez años las autoridades federales no pudieron dar con su paradero. Tomó un avión y voló a Colombia, la razón de su retorno era clara: millones en ganancias habían desaparecido, y Griselda culpaba a Alberto, su esposo. Al llegar al parqueadero de una discoteca a las afueras de Bogotá, sacó una pistola oculta en sus botas de piel de avestruz y cruzó la calle para encontrarse con Bravo, quien rápidamente la notó lejana. La situación se volvió tensa; todo se resume en un intercambio acalorado de palabras que terminó con la mujer disparándole a su esposo y este, respondiéndole con varios tiros que le impactaron en el estómago. En el tiroteo murieron seis guardaespaldas y Alberto, víctimas de las más de 250 que se le relacionan a la mujer alias “La madrina”. Desde ahí fue bautizada con el sobrenombre “La viuda negra”, haciendo referencia a la hembra del arácnido conocido por el mismo nombre, que tras el acto de apareamiento, procede a matar al macho.

A finales de la década de 1970, Blanco insatisfecha con compartir las ganancias del narcotráfico, decidió tomar el control total del negocio. Junto a un grupo de criminales liderados por su guardaespaldas adelantaron una brutal cacería para acabar con sus rivales y posicionarse en la cima de este comercio ilegal que la dotó de lujos, casas y miles de millones de dólares y que le dio trabajo a más de 1.500 traficantes.

Después de la muerte de su segundo esposo, Blanco sin guardarle mayor luto, se involucró con Darío Sepúlveda, con quien tuvo a su cuarto hijo Michael Corleone y a quien también mató luego de que este intentara huir con el pequeño a Colombia.

Habiendo recuperado a Michael, se fue a vivir a una lujosa casa en Irvine, California, lugar al que la DEA llegó el 10 de febrero de 1985 y la capturó luego de diez fatigados años de búsqueda. Fue condenada a 20 años tras las rejas y a pesar de que los medios titularon rimbombantes que había caído la “Reina de la cocaína”, a Griselda le faltaría todavía un amante nuevo con quien seguir expandiendo el negocio de la coca. Lea aquí: “De la comedia al drama criminal”: el gran salto que dio Sofía Vergara

Ya en la cárcel recibía cartas de admiración de un hombre que le confesaba ser su mayor fan y tan pronto como pudo, gestionó su primera visita en la que le estampó un beso en los labios al verlo. Charles Cosby era su nombre. ‘La madrina’ hacía todo lo que estaba a su alcance para mantener viva la llama del amor junto al pequeño traficante del este de Oakland (California) al punto que sobornaba con 1.500 dólares a los guardias para que le cedieran una habitación en la que pudieran tener sexo.

En 1994 Griselda se enteró que las autoridades estadounidenses buscaban testigos en su contra y de inmediato le propuso a Cosby secuestrar al hijo del presidente John F. Kennedy, pero este se negó y colaboró con la justicia temiendo por su vida. Ese mismo año, Griselda fue dejada en libertad y deportada a Colombia; tan pronto se supo que se instaló en Medellín, la reina de la cocaína pareció diluirse en la ciudad y su rastro ya era cosa del pasado.

En el 2012, al salir de una carnicería en el barrio Belén, fue atacada a tiros por un hombre en moto. Falleció a los 69 años con la misma apariencia: rostro redondo, mentón hundido y dos enormes hoyuelos en las mejillas.